jueves, 17 de junio de 2010

Mi rutina diaria…Aunque ya fue!!!!….


Acaso no aburre… que te levantes a las 5:30 am, que te cambies en media hora y, porque vives lejos de tu trabajo, tengas que salir a las 6:00 am, olvidándote de bañarte antes de salir, porque es así, no crean que porque uno no quiere hacerlo, sólo que las circunstancias lo ameritan y nos obligan a prescindir de este acto de aseo. Es muy curioso pero esta bien hacer eso (de no bañarse antes de salir a trabajar). Seamos sinceros. En promedio las personas se bañan una vez al día (otras lo hacen ínter diario; otras dejando tres días y hasta cuatro, como hay locos que no se bañan en una semana, claro dejando de lado a las personas que tienen terma y se bañan dos hasta tres veces al día) y según tengo entendido lo hacen antes de salir. Déjenme contarles que algunos con los que trabajo (por no decir casi todas las personas) se bañan en la mañana y no cuando llegan después del trabajo- ¿por qué?- Se preguntaran, pero la respuesta es muy sencilla, porque lo hacen al siguiente día antes de salir. Es una curiosa explicación que tengo al indagar, claro esta que no hablo de todas las personas, cada quien con su habito.

Cuando paso por todo este ajetreo de estar despegándome las sabanas y tratando de abrir los ojos (trato de olvidar que hay personas que entran a trabajar a las 9:00 am, que viven cerca de su trabajo y que pueden darte tiempo para decir “10 minutitos más”), voy al lavadero para salpicarme en el rostro ese liquido que más parece provenir de una refrigeradora que de unos tubos. Me aseo.

Caminando como un zombi voy despertándome. De repente me encuentro en el paradero, al menos ya no estoy en mi casa con la tentación de olvidarme de todo y meterme a mi cama de nuevo. Espero la combi asesina.

Cuando voy rumbo a mi trabajo me maldigo por no cargar mi mp3 el día anterior, lo único que me queda es soportar las canciones que escucha el chofer, las cuales en algunos casos no son muy buenas y creo que esta vez no era la excepción. El chofer me pone una melodía común y muy sonada, claro se trata de la cumbia, y para colmo es un mp3 “mix de cumbia con chicha”. Miro al chofer con su camisa desteñida, con el cuello sucio y levantado hasta cubrir casi todo el cuello del pobre hombre; una gorra rasgada, sucia con manchas de grasa y bueno no me quise fijar más. El carro olía a grasa combinada con el olor a humo. No soportaba el dolor en mi estomago y en mi cabeza por falta de comida y por el ambiente que habitaba en aquel cubo con ruedas. Me baje.

Al fin llegue a mi destino, que más da tenia que buscar donde comer. Eran ya las 6:55 am, tengo 5 minutos para buscar “una isla de alimentos mañaneros”, por no decir “emolientero”. Mi desayuno, y el de casi toda la empresa, consistía en una bolsa de quinua (o emoliente, quaker, leche con soya y otros purgantes más), cuatro o más (si había plata) panes con pollo o hot dog. Me lo entregaban a la carrera, parecía que fuera esos corredores a la hora de hacer los relevos, pero que voy a hacer solo tenía 5 minutos. Ya dentro de la empresa me dispuse a laborar, igual que todos los días. Me aburría.

Salida o persecución, no sabia como llamar a esta hora (5:30 pm), claro es hora de salida pero también lo llamo persecución, porque los supervisores tratan de buscar a los trabajadores que dejan sus quehaceres pendientes, es cosa de locos estar buscando hasta en los vestuarios gente, que dolor de cabeza. En cuanto a mí ya estaba cambiado a eso de las 5:00 pm. Para volver a casa es otro calvario. Subo al bus, porque los maditos de las combis, en hora punta, hacen como tres rutas en una y prefiero volver en un bus. Los buses vienen llenos. Estando adentro, suben personas con camiseta de fútbol que les sacan unos olores, a “ala” más que todo. Me mareo.

Al fin llego a mi hermosa y humilde casita. Entro, me baño (ahora si), me olvido de todo lo que pasa y lo que paso, me lleno la panza con mi bufete (mi desayuno, almuerzo y cena) que me han guardado. Prendo la televisión. Pongo mis canales nacionales porque me doy cuenta que no hay cable. Mejor decido apagarla. Cierro mis ojos y trato de dormir para que mañana sea otro día más.

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